normales era para Luisa la mayor mortificación. En los primeros tiempos las incomprensiones y los sufrimientos más humillantes los padeció precisamente de parte de los sacerdotes que la consideraban una joven exaltada, loca, una persona que quería atraer hacia sí la atención de los demás.
Luisa aceptó el papel de víctima
En una ocasión la dejaron en aquel estado durante más de veinte días. Luisa, que aceptó el
papel de víctima, llegó a vivir una situación particularísima: cada mañana se encontraba rígida, inmóvil, encogida en su cama, y nadie era
Padre Bucci, un sacerdote, un biógrafo de, y el promotor internacional de Luisa Piccarreta.
capaz de extenderla, alzar sus brazos, moverle la cabeza o las piernas. Como sabemos, era necesaria la presencia del sacerdote, que, bendiciéndola, con un signo de la cruz, anulaba aquella rigidez cadavérica y la hacía volver a sus ocupaciones normales (bordado con bastidor).
El arzobispo de entonces, Giuseppe Bianchi Dottula (22 de diciembre de 1848-22 de
septiembre de 1892), cuando tuvo noticia de lo que acaecía en Corato, después de escuchar el parecer de algunos
sacerdotes, quiso tomar bajo su autoridad y responsabilidad este caso y, después de madura
reflexión, creyó conveniente nombrar como confesor particular a Don Michele De Benedictis,
espléndida figura de sacerdote, al que Luisa abrió totalmente su alma.
Luisa vivía en la VD solos
Don Michele, sacerdote
prudente, de vida santa, impuso límites a sus sufrimientos y ella no debía hacer nada sin su
consentimiento. Fue precisamente Don Michele quien le ordenó que comiera al menos una vez al
día, aunque inmediatamente después lo devolvía todo. Luisa debía vivir sólo de la Divina Voluntad.
Fue este sacerdote quien le dio permiso de quedarse siempre en la cama, como víctima de
expiación. Era el año 1888. Luisa permaneció clavada en su lecho de dolor, siempre sentada
durante otros cincuenta y nueve años, hasta su muerte.
Conviene notar que hasta entonces ella, aun
aceptando el estado de víctima, había permanecido en la cama de modo intermitente, porque la
obediencia nunca le había permitido quedarse en la cama de modo continuo. Pero desde el día de
Año nuevo de 1889 se quedó en el lecho de forma permanente.
En 1898, el nuevo arzobispo Tommaso De Stefano (24 de marzo de 1898-13 de mayo de 1906) nombró como nuevo confesor a Don Gennaro Di Gennaro, que desempeñó esa tarea durante veinticuatro años.