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Oraciones En La Divina Voluntad Parte 2

 


 

tengo ánimo de dejarte solo; adiós te digo con los labios, pero no con el corazón, más bien mi corazón lo dejo junto contigo en el sagrario; contaré tus latidos y te corresponderé, por cada uno, con un latido de amor; numeraré tus afanosos suspiros, y para darte consuelo te haré descansar en mis brazos; seré tu vigilante centinela, estaré atenta para ver si alguna cosa te aflige o te da dolor, no sólo para no dejarte nunca solo, sino para tomar parte en todas tus penas.

¡Oh, corazón de mi corazón! ¡Oh amor de mi amor! Deja ese aire de tristeza y consuélate, no resisto verte afligido. Mientras con los labios te digo adiós te dejo mis respiros, mis afectos, mis pensamientos, mis deseos y todos mis movimientos, que enlazando entre ellos continuos actos de amor, unidos a los tuyos te formarán una corona, te amarán por todos.

¿No estás contento, oh Jesús? Parece que me dices que sí, ¿no es verdad?

Adiós, oh amante prisionero. Pero aún no he terminado, antes de irme quiero dejar también mi cuerpo ante Ti; intento hacer de mi carne, de mis huesos, tantos diminutos pedazos para formar tantas lámparas por cuantos sagrarios existen en el mundo, y de mi sangre hacer tantas llamitas para encender estas lámparas, y en cada sagrario quiero poner mi lámpara, que uniéndose a la lámpara del sagrario que te ilumina la noche, te dirá: “Te amo, te adoro, te bendigo, te ofrezco reparación y te doy las gracias por mí y por todos.”


Adiós, oh Jesús. Pero escucha una última cosa:

"Hagamos un pacto, y este pacto sea que nos
amemos más; Tú me darás más amor, me
encerrarás en tu amor, me harás vivir de amor y
me sepultarás en tu amor; estrechemos más
fuertemente el vínculo del amor."

Sólo estaré contenta si me das tu amor para
poder amarte de verdad.

Adiós, oh Jesús, bendíceme, bendice a todos, estréchame a tu corazón, hazme prisionera en tu amor, y dándote un beso en el corazón te dejo. (Vol. 11)

Los buenos días a Jesús
  Oh Jesús mío, dulce Prisionero de amor, aquí me tienes de nuevo; me quedé contigo con decirte “adiós” y ahora regreso a Ti, dándote los “buenos días”. Me consumía el ansia de volverte a ver en esta prisión de amor, para darte mis amorosos saludos, mis latidos afectuosos, mis respiros encendidos y mis deseos ardientes, y todo mi ser entero, para fundirme todo en Ti, y dejarme en Ti en perpetuo recuerdo y prenda de mi amor constante hacia Ti.

¡Oh, mi siempre adorable Amor Sacramentado! ¿Sabes? A la vez que he venido para entregarme a Ti por entero, he venido también para recibir de Ti todo lo que eres por entero. Yo no puedo estar sin una vida para vivir, y quiero por eso la Tuya: a quien todo da, todo se le da, ¿no es cierto, Jesús?

Así pues, hoy amaré con tu latido de amante
apasionado, respiraré con tu respiro afanoso en busca de almas, desearé con tus deseos

inconmensurables tu gloria y el bien de las almas; en tu latido divino correrán todos los latidos de las criaturas, las tomaremos todas, las salvaremos, no dejaremos que escape ninguna, aun a costa de cualquier sacrificio, aunque tenga que sufrir yo todas sus penas. Si Tú me echases de tu presencia, me arrojaré aún más adentro, gritaré más fuerte para implorar junto contigo la salvación de tus hijos y hermanos míos.

¡Oh mi Jesús! Mi vida y mi todo, cuántas cosas me dice este voluntario cautiverio tuyo, pero el emblema con el cual te veo todo marcado es el emblema de las almas, y las cadenas que tan fuerte te atan, son el amor. Las palabras almas y amor parece que te hacen sonreír, te debilitan y te obligan a ceder en todo, y yo, valorando bien estos tus excesos amorosos, estaré siempre en torno a Ti, y junto contigo, con mi estribillo de siempre: "Almas y amor."

Por eso en este día te quiero a Ti por entero siempre junto conmigo en la oración, en el trabajo, en los gustos y en los disgustos, en el alimento, en cada paso, en el sueño, en todo; y tengo por cierto que no pudiendo obtener nada por mí misma, contigo obtendré todo. Y todo lo que haremos servirá para aliviarte cada dolor, endulzarte cada amargura, repararte cualquier ofensa, compensarte por todo y conseguir cualquier conversión, aunque fuese difícil y desesperada.

Iremos mendigando a todos los corazones un poco de amor para hacerte más contento y más feliz, ¿no está bien así, oh Jesús?

¡Oh amado prisionero de amor, átame con tus